febrero 20, 2007

Transgénicos ¿Y eso con qué se come?

Compañeros:

Con afanes de seguir construyendo La Otra Campaña, enviamos la siguiente invitación.

Colmena

Con "motivo" del alza de las tortillas, varios "especialistas" y "conocedores" del tema han propuesto la liberación total de la siembra de cultivos transgénicos en México como una estrategia para aumentar la producción de maíz en México.

¿Qué implica esto? ¿Qué se dice abajo y a la izquierda al respecto? Pero sobre todo ¿Qué carajos son los transgénicos?

Es en ese sentido que el Comité de Lucha por el Movimiento de Emancipación Nacional (Colmena) y el Frente Popular Francisco Villa- Unidad Nacional de Organizaciones Populares de Izquierda Independiente (FPFVI-UNOPII) tienen el agrado de invitarle a la Conferencia-Taller:

Transgénicos ¿Y eso con qué se come?

Una Introducción desde el anticapitalismo.

Objetivo: Que los participantes en el curso-taller reúnan sus conocimientos sobre trangénicos, de manera tal que la totalidad de los asistentes conserven nociones mínimas y veraces sobre los organismos vivos resultantes de la ingeniería genética humana., mediante diferentes técnicas de intercambio de conocimiento.

Temario

* Introducción: Un viaje al ADN, contenedor de la información genética.

* Caracterización de la audiencia. Vámonos conociendo.

* Definiciones: ¿Qué es y no es un transgénico?

* Historia: La genética como conocimiento humano en la alimentación.

* Cómo anda la cosa ¿Dónde, qué y quién en la siembra y consumo de transgénicos?

* Cómo se hace un transgénico: Pongámosle alas a una flor.

* Los principales cultivos transgénicos: En concreto de que se trata.

* La fuga genética: ¿Mito o realidad?. Repercusiones.

* Efectos sociales: De Terminator a los paquetes agrotecnológicos.

* Riesgos en la salud humana: ¿Pasa o no pasa y qué puede pasar?

* Análisis de ejemplos reales de casos

* Legislación. Creación y seguimiento.

* Pendientes en el campo.

* Intercambio final.

Que se llevará a cabo el Viernes 23 de febrero del 2007 en el Espacio Autónomo de Cultura y Arte: "Para Todos Todo", ubicado en Callejón de Chilpa # 5 (atrás de la plaza de la Conchita) a las 16 horas (apreciamos su puntualidad ya que se estima una duración de 4 horas).

¡¡¡Libertad a los Presos Políticos de Atenco, Oaxaca y el País!!!

Fraternalmente

Comité de Lucha por el Movimiento de Emancipación Nacional

COLMENA

febrero 12, 2007

La soberanía alimentaria, en peligro por el auge de los biocombustibles. /La Jornada 7 de febrero, 2007.

Los monocultivos transgénicos de materia prima desplazan a la siembra tradicional No importa a las trasnacionales si dejan hambre y destrucción ambiental: Vía Campesina

MATILDE PEREZ U. , LAURA POY SOLANO , ANGELICA ENCISO/ IV , ULTIMA

Una nueva colonización se cierne sobre Latinoamérica al expanderse los monocultivos transgénicos de cereales, oleaginosas y especies forestales destinados a producir biocombustibles, "vendidos" por los gobiernos de los países desarrollados y las trasnacionales a los ciudadanos como una excelente oportunidad para el desarrollo rural y la respuesta a la amenaza del cambio climático generado por la concentración en la atmósfera de los gases de efecto invernadero.

Su visión no alude a la soberanía alimentaria y menos al desplazamiento de los pequeños y medianos campesinos de sus tierras, como consecuencia de esa tecnología que ahora eleva a categoría de "oro verde o amarillo" a los que hace pocos años eran considerados sólo cultivos importantes.

En su discurso, los gobiernos de los países más ricos ocultan su pretensión de mantener a las naciones pobres únicamente como productoras de materias primas que alimentarán sus plantas de biocombustibles, y convencen a las autoridades para que destinen grandes extensiones de tierra, sin importar si es ganadera o forestal, a la siembra de soya, maíz, caña de azúcar, girasol, palma aceitera, álamo, eucalipto, aunque ello implique perder la capacidad de producir alimentos, advirtió Alberto Gómez Flores, delegado para América del Norte de la organización internacional Vía Campesina.

Preocupación de campesinos en AL

A pocas semanas del inicio del Foro Mundial de Soberanía Alimentaria en Malí, Africa, Gómez Flores habló de la preocupación que hay entre los campesinos mexicanos y de otras naciones latinoamericanas porque en este auge de los biocombustibles los gobiernos no anteponen el derecho de los pueblos a definir su política agraria y alimentaria, sin dumping frente a otros países.

"Esto nos está llevando inevitablemente al choque del modelo de la industria de los transgénicos, promovida por las grandes corporaciones, con el de los campesinos que defienden su cultura, su tierra, su actividad, quienes siguen alimentando a la humanidad pese a políticas y condiciones adversas. Desde 1996, esas corporaciones, como Monsanto y Cargill, se han comprometido a abatir el hambre en el mundo, y paradójicamente, según datos de la FAO, en ese año había 800 millones de personas sin alimentos suficientes y en 2006 la cifra se elevó a 860 millones", comentó.

En lo que se avizora como una batalla por los granos tradicionales, la tierra y el agua, Gómez Flores asentó que los campesinos seguirán resistiendo. "Aun con la aplicación implacable de la política neoliberal y excluyente no nos han vencido. Los campesinos, con nuestras semillas, asumiremos el papel de defender esa soberanía frente a las trasnacionales productoras de transgénicos, que buscan sólo ganancias y no les importa si dejan destrucción ambiental, pobreza y hambre".

En el caso de México, dijo, los campesinos no aceptaremos la siembra del maíz transgénico, "aquí esa semilla no es bienvenida; sí, a la producción de biocombustible la van a presentar como una alternativa atractiva, pero no dirán que eso significará dependencia, monocultivo, riesgo de contaminación de los maíces criollos. Por eso proponemos que primero revisemos cómo estamos en la producción de alimentos y discutamos profundamente la conveniencia de que el país se meta en ese modelo de productor de materia prima para plantas de biocombustibles.

"No prestar atención a esto generará graves conflictos sociales y mayor dependencia alimentaria con las grandes corporaciones, que paulatinamente se convertirán en las arrendadoras de la tierra para los monocultivos", explicó.

En México, después de una década de estancamiento en la producción de maíz ­1980 a 1990­ y entre los vaivenes de la política agropecuaria, los campesinos aumentaron su productividad y el año pasado, según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, se cosecharon 22.1 millones de toneladas del grano, el doble que en 1989. Sin embargo, desde 1998, las importaciones continuaron con tendencia creciente y sumaron 10.7 millones de toneladas, incluyendo el maíz quebrado.

"Esas importaciones que limitan la soberanía alimentaria del país pueden eliminarse si el gobierno decide dar un golpe de timón en la política agropecuaria, erradica todos los vicios y con imaginación y estrategia política actúa junto con los pequeños y medianos productores", afirmó Gerardo Sánchez, coordinador del Congreso Agrario Permanente.

La experiencia argentina

Similar objetivo se habían planteado los pequeños y medianos agricultores de Argentina, quienes sin el andamiaje institucional ­había desaparecido en 1991­ y luego con la autorización del cultivo de la semilla transgénica de soya en 1996, se endeudaron para entrar al modelo, explicó Norma Giarracca, coordinadora del área de Estudios Rurales en el Instituto Gino Germain de la Universidad de Buenos Aires.

A finales de la década de los 90 había 13 millones de hectáreas en peligro por las deudas de sus propietarios; el modelo había convertido la región pampera en sembradíos de soya, se "barre" con montes y yungas, las tierras campesinas ­cuya propiedad es por periodos de 20 años­ y las recuperadas por los indígenas son vendidas a los nuevos inversionistas procedentes de Buenos Aires y Córdoba.

"El nuevo oro verde ocupa tierras en todo el país, antes dedicadas a los alimentos; desaparecen productores de leche, cultivos industriales, ganadería y 25 por ciento de las unidades medias de explotación (menores de 200 hectáreas); el modelo dejó mayores niveles de pobreza, indigencia y hambre, mientras Monsanto teje una política de acercamiento con la sociedad mediante el financiamiento de investigaciones en las facultades de agronomía, y el sistema científico ­salvo excepciones­ tiene una mirada complaciente y poco crítica", abundó la socióloga rural.

Argentina dejó de ser el granero del mundo al convertirse en megaproductor de soya con la mirada complaciente del gobierno, pues el producto es uno de los principales aportadores de ingresos fiscales; el año pasado el valor de las exportaciones fue de 10 mil millones de dólares.

La explotación industrial de la soya transgénica que habría de impulsar al primer mundo a los productores argentinos sólo ha dejado la pérdida de la soberanía alimentaria, ya que los pequeños y medianos agricultores que ocupaban 45 por ciento de la superficie y generaban 47 por ciento de los alimentos fueron eliminados, el deterioro ambiental por el uso indiscriminado de glifosato aumenta, al igual que la dependencia hacia las grandes empresas como Monsanto y Novartis, expone Miguel Teubal en su libro La expansión del modelo sojero en la Argentina. De la producción de alimentos a los commodities.

Y ante el giro de utilizar más tierras para la producción de transgénicos con miras a elevar la producción de bioenergéticos, Vía Campesina y diversas organizaciones sociales lanzaron un llamado mundial de alerta para detener el avance de Monsanto, Syngenta, Bayer, Dupont, Archer Daniels Midland Company, entre otras empresas, que no sólo realizan millonarias inversiones para generar y patentar semillas transgénicas y convencer a los gobiernos de los países en desarrollo de los "beneficios" de los biocombustibles, sino empiezan a firmar convenios con empresas automovilísticas para difundir el uso de estos energéticos.

Controlan 10 empresas 95 por ciento del mercado mundial de semillas /La Jornada 6 de febrero, 2007.

ONG advierte que Monsanto intentará acabar con la biodiversidad del maíz

ANGELICA ENCISO , LAURA POY , MATILDE PEREZ /III

Tan sólo 10 empresas controlan 95 por ciento del mercado mundial de semillas comerciales ­que tiene un valor de 30 mil millones de dólares­, mientras hace tres décadas había 7 mil compañías. De ese negocio, los transgénicos representan 21 por ciento del total, alrededor de 6 mil 500 millones de dólares; su importancia radica en que son la base de la alimentación mundial.

La lista de esas firmas la encabeza Monsanto, cuyas ventas pasaron de 2 mil 270 millones de dólares en 2003 a 3
mil 550 millones este año; le siguen Dupont/Pionner, con ventas en 2004 de 2 mil 600 millones de dólares, y la suiza Syngenta, que ese mismo año tuvo ventas por mil 239 millones de dólares.

Esas trasnacionales controlan 49 por ciento del mercado global de semillas; además de los transgénicos, comercializan granos mejorados y otros "materiales cultivables". Aunque este comercio es menor en comparación con el de la industria farmacéutica ­que tiene un valor 446 mil millones de dólares­, su importancia se halla en que "la propiedad de las semillas ­el primer eslabón de la cadena alimentaria­ tiene implicaciones de muy largo alcance para la seguridad alimentaria global", señala el Grupo ETC (colectivo de acción sobre la erosión, la tecnología y la concentración).

Los gigantes Monsanto, Dupont/Pionner, Bayer, Syngenta y Dow Agrosciences formaron en 1999 la asociación civil Agro Bio México con el fin de "representar a la industria relacionada con la biotecnología agrícola para colaborar en el desarrollo de políticas y regulaciones nacionales que fomenten el cuidado del ambiente y la salud, además de la inversión y la transferencia de tecnología".

Tan sólo Monsanto concentra 60 por ciento de las 102 millones de hectáreas que en el mundo se cultivan con transgénicos. Cubre 97 por ciento de la superficie que utiliza maíz transgénico y casi la totalidad de la de soya; con 50 años en México, espera desde hace al menos una década llevar sus productos de maíz al agro nacional.

Esta empresa ha crecido por la compra de distintas compañías, pero fue la adquisición en 2005 de la mexicana Seminis la que le ha dado más poderío: controla entre 25 y 38 por ciento del mercado de semillas de frijol, pepino, chile, pimiento, tomate y cebolla.

Todavía el año pasado presentó la propuesta de adquisición de la firma Delta Pine, la cual, junto con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, desarrolló la tecnología Terminator ­una semilla que se aniquila a sí misma para no ser utilizada en posteriores ciclos productivos-; la transacción aún es analizada por la comisión de competencia de ese país.

El mayor crecimiento en el cultivo de transgénicos ha ocurrido en Estados Unidos y Canadá. El resto de las naciones que lo siembran en grandes áreas están en vías de desarrollo.

Argentina, Brasil, Canadá, India, China, Paraguay y Filipinas aumentaron la superficie cultivada con esos productos durante el último año. Cada uno de esos países rebasó un millón de hectáreas, indica el informe de 2006 de la Internacional Service for the Acquisition of Agribiotech Applications (Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas).

Falta en México información sobre alimentos con transgénicos

En tanto, mientras la Unión Europea exige que los alimentos estén etiquetados con el fin de que la población conozca si contienen transgénicos, la apuesta de las trasnacionales de semillas es que los países que tienen al maíz como parte de su alimento lo consuman.

En México, donde se destinan 8 millones de hectáreas a la siembra de la gramínea y es el principal alimento, "no tener mecanismos que permitan incrementar la productividad obviamente desabastece el mercado y pone las situaciones que estamos viviendo, la tecnología de la compañía puede ser muy útil", señala Eduardo Pérez Pico, director de desarrollo de Tecnologías Latinoamérica Norte de Monsanto.

Mientras en el mundo la cuarta parte de los agricultores aún guardan sus propias semillas para los próximos ciclos, en México lo hacen 85 por ciento y el restante 15 por ciento adquiere el grano a alguna de las trasnacionales, sostiene Silvia Ribeiro, del Grupo ETC.

La defensa de Monsanto es que a ningún campesino se le obliga a utilizar el maíz transgénico. "No creo que 10.3 millones de los que ya utilizan nuestras semillas estén equivocados. El 90 por ciento son pequeños productores y han encontrado practicidad en su uso", indica por su parte Pérez Pico.

Agrega que en México "ha habido buena adopción" de los transgénicos, ya que desde 1996 los agricultores vienen sembrando algodón y soya; recuerda que los primeros experimentos con maíz se hicieron en 1997, pero después entró la moratoria. "Los productores han manifestado su interés en sembrar maíz porque han visto beneficios en los otros productos y en el maíz biotecnológico en otras partes del mundo". Ribeiro considera que la concentración en este sector es grave, porque no sólo se genera la dependencia de los campesinos a la adquisición de las semillas, sino también porque, en el caso de maíz, si se hacen los cultivos comerciales, Monsanto va a "intentar contaminar, acabar con la biodiversidad de la gramínea, para extender la presencia de sus productos y obligar a que la gente compre semilla comercial, aunque no tenga por costumbre hacerlo. Es un grano que los campesinos acostumbran guardar y seleccionan para sus próximas siembras".

El gobierno desdeñó la cultura del maíz y apostó al mercado, critican científicos /La Jornada 9 de febrero, 2007.

Se incumplirá el anuncio oficial de que en abril acabará el desabasto nacional, aseveran

ANGELICA ENCISO L.

El gobierno mexicano apostó por ignorar la cultura del maíz, la milpa campesina, y hacer a un lado la soberanía alimentaria a cambio de transformar ese alimento básico en mercancía, sujeta a las leyes del mercado y a los intereses de las empresas trasnacionales, señalaron expertos reunidos en la mesa redonda Maíz y consumo popular: transgénicos y especulación.

En la mesa, organizada por la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, se abordó la problemática actual del grano desde distintos ángulos, pero los expertos reunidos el miércoles por la noche coincidieron en la importancia cultural de la gramínea para los mexicanos y en que la solución no son las importaciones.

El anuncio oficial de que en abril se acabará el desabasto en el mercado nacional con la cosecha de Sinaloa, Hidalgo y Guanajuato no será realidad, pues esa producción ya está vendida a las grandes comercializadoras, advirtió Antonio Turrent, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecurias (INIFAP).

Destacó que 95 por ciento de la semilla que se utilizó para esas siembras fue producida por consorcios trasnacionales, ya que las de origen nacional no se utilizan. En este momento el conocimiento público es una alternativa real al oligopolio, afirmó.

Explicó que el país tiene potencial para producir 53 millones de toneladas del grano, 33 más de las que actualmente se cosechan, si se hace un manejo apropiado en las zonas de riego y se cultivan 8 millones de hectáreas en el sur y sureste del país, donde hay fuentes de agua.

Agregó que con la tecnología del INIFAP, con híbridos que no son transgénicos, se pueden cosechar ocho toneladas por hectárea, lo cual constituye una reserva probada de maíz.

En este mismo tenor, Armando Bartra, especialista en temas del campo, sostuvo que los mexicanos importamos más de cien mil millones de pesos en alimentos, entre ellos una cuarta parte del maíz que consumimos, y "desde la década de los 80 los tecnócratas renunciaron a la soberanía alimentaria, en nombre de las ventajas comparativas, con las cuales ven que es mejor exportar mexicanos e importar comida. Si no hubiera dolor humano, sería un buen negocio".

Aseveró que el resultado ha sido la dependencia alimentaria y la migración, "pero a pesar de que el maíz es identidad, el alimento básico de la mayor parte de la población y tan importante en la historia, ha sido relegado por cuestiones racistas".

Señaló que "el desprecio al alimento popular, a la cultura, no a la mercancía, y a los mexicanos se expresa en los periodos de crisis agrícola, cuando caen las cosechas del cereal y se enfrentan dos posiciones: la de quienes reivindican la importancia de recuperar la producción maicera campesina por razones económicas, pero también por justicia social y preservación de la cultura, y la visión de quienes reducen la cuestión a un asunto de mercado, apuestan a la importación, a la producción intensiva, empresarial y muchas veces trasnacional".

En tanto, Alejandro Espinosa, también investigador del INIFAP, aseveró que, como en ninguna otra especie, en el maíz hay una amplia gama de variedades, desde híbridos, criollos, mejorados e híbridos no convencionales.

"Cada variedad tiene una razón de ser; no se puede decir que se va a hacer un monocultivo en amplias extensiones cuando hay 15 microambientes en el país para sembrar la gramínea y cada uno requiere maíces diferentes; por lo menos se requieren alrededor de 70 especies."

Destacó que actualmente sólo 25 por ciento de las semilla son mejoradas, pero lo grave es que 92 por ciento de ellas está bajo control de esas empresas y apenas 3 por ciento corresponde a semillas del INIFAP. Agregó que este instituto tiene 246 semillas de maíz, y la desaparición de la Productora Nacional de Semillas dejó sin este insumo a los ejidos más distantes, no hay aprovechamiento de variedades y el comercio de semillas se convirtió en un negocio millonario para los corporativos.

Rechazo a siembra de transgénicos

A su vez, Daniel Piñero, experto del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señaló de entrada que no es posible la coexistencia de cultivos transgénicos con no transgénicos, y advirtió que por ahora no se deben sembrar comercialmente los primeros.

Precisó que, a diferencia de la ciencia, en la tecnología importa la motivación, ya que está dirigida, hay objetivos inherentes a ella y existen consecuencias no previstas. Probablemente hay un beneficio social o ambiental, pero también un costo, y esto se debe evaluar.

Las plantas tienen gran flujo génico y el nivel de migración para que dos especies se entrecrucen puede ser pequeño, añadió.

En su turno, Alejandra Covarrubias, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, recordó que el ser humano ha domesticado entre 100 mil y 200 mil especies vegetales, de las cuales no más de 20 constituyen parte de la dieta de la mayor parte de la población mundial.

En relación con los transgénicos, se refirió a que entre sus ventajas está que en algunos casos reducen la contaminación ambiental, porque disminuye el uso de insecticidas, mientras entre las limitaciones están que aún se debe saber más acerca del flujo génico y la eventual transferencia de un individuo a otro con el polen.

Además, precisó, es difícil pensar que la resistencia a la sequía se puede solucionar con la introducción de un solo gen.