noviembre 06, 2006

Nuevas técnicas permiten mejoras genéticas “naturales” en la agricultura.

Hileras de aparatos robotizados están descifrando constantemente el ADN de trozos de miles de plantas de maíz que llegan a diario desde lugares tan lejanos como Chile y Hawai. Los científicos analizan los resultados, a la espera de encontrar pequeñas diferencias genéticas que expliquen por qué una planta en particular es mejor que otras a la hora de tolerar el frío, repeler los insectos, sobrevivir una sequía o producir más semillas. Armados con estos conocimientos, los productores de semillas pueden crear un maíz mejor. Pero no lo hacen mediante la inserción de nuevos genes y la obtención de cultivos genéticamente modificados (OGMs), el método que ha generado tanta resistencia, especialmente en Europa. La nueva tecnología utiliza los viejos métodos de la reproducción selectiva, es decir, encontrar plantas con rasgos deseables y después emparejarlas. Gracias a los mapas genéticos, los productores d semillas pueden saber con precisión qué plantas tienen los rasgos genéticos deseados y qué genes son responsables de eso. Una vez que han plantado las semillas de esa especie, pueden saber rápidamente, mediante pruebas genéticas, si sus vástagos han heredados esos rasgos. El resultado es que los fabricantes de semillas, que necesitaban una década para desarrollar semillas comercializables mediante las técnicas de selección natural, ahora lo logran en la mitad del tiempo. (...)Los críticos de los cultivos OGM suelen aceptar está nueva tecnología genética, ya que no supone la inserción de ADN ajeno. Y esto es lo importante, tanto para los consumidores que en su mayoría, no quieren productos alterados genéticamente, como para las compañías de alimentos. “Ahora tenemos una tecnología que no tiene problemas de imagen”, afirma George Kotch, director de investigaciones de Syngenta en Estados Unidos. (...) Para poner a punto estas maravillas, las empresas de semillas obtienen una serie de rasgos que ya existen en algunas especies de la planta, pero no en las cosechas homogéneas que pueblan las granjas. Estos rasgo se generaron a lo largo de miles de años a medida que las plantas evolucionaron de acuerdo con sus circunstancias, pero comenzaron a ser filtrados hace decenas de siglos cuando los primeros agricultores empezaron a utilizar las variedades que mejor se ajustaban a sus necesidades.

Las empresas están analizando, por ejemplo, antepasados del maíz en México. También estudian variedades silvestres del pepino y la sandía en Tailandia. Un beneficio adicional de cruzar estas plantas con las variedades de hoy sería la recuperación de un cierto grado de diversidad genética. Esto le ofrecería a las homogéneas cosechas actuales cierta protección frente al riesgo de ser diezmadas por una sola enfermedad. (...) Este nuevo enfoque biotecnológico, también llamado producción con marcadores genéticos, puede hacer cosas que la ingeniería genética no puede. Por ejemplo, algunas características deseables de las plantas involucran tanto ADN que resulta poco práctico tratar de trasplantarlo. Pero los productores creen que pueden incluir tales características a través de la reproducción selectiva. Como resultado, Dupont, Monsanto y Syngenta han invertido cientos de millones de dólares en programas que buscan decodificar el ADN de millones de plantas individuales en todo el mundo. A pesar de toda su tecnología, esta técnica sigue siendo difícil y en su mayoría se hace en los campos y no en los laboratorios.

Reforma 31 de octubre, 2006

Noticias sobre maíz, transgénicos y consumidores. Greenpeace México

1 Comentarios:

Blogger fpalmam dijo...

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1:49 p.m.  

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